domingo, octubre 19, 2014

Incendio en Valparaíso. 12 de Abril de 2014. Relato en primera persona

Desde primeras horas de la tarde sabía que se estaba produciendo un incendio de difícil manejo en las afueras de Valparaíso, pero no fue sino hasta llegada la noche cuando me entero que las dos máquinas de la Esmeralda saldrían a apoyar las labores de extinción de lo que se estaba convirtiendo en uno de los incendios socialmente más trágicos de la Historia de Chile. Apenas se supo que concurrirían al puerto tanto B-2 y Z-2, los bravos segundinos coparon rápidamente las plazas de tripulación. Ante la imposibilidad de alcanzar un cupo en las máquinas, junto con el voluntario Rodrigo Lira nos coordinamos para alcanzar por nuestra cuenta los escenarios donde sabíamos que nuestros hermanos de Canje de la Segunda Germania de Valparaíso necesitaban de todo el apoyo posible. Arribamos al Cuartel de Blanco #630 justo en el momento que estaba por partir el transporte que llevaba el recurso humano de recambio para las labores que se enfrentarían durante toda la noche. Rápidamente nos equipamos entre los saludos de rigor con nuestros hermanos de canje y partimos. Minutos después de encontrarnos con la Unidad 21 Teodoro Lohrmann, la bomba de la Germania, tripulamos rápidamente al ser despachados a controlar un estructural con peligro de propagación en el Cerro Merced. Al llegar, nos encontramos con un taller mecánico que se notaba que llevaba ardiendo un buen rato y que hacía peligrar casas a sus costados. Hicimos las armadas correspondientes entregando rápidamente tranquilidad a los pocos vecinos que se encontraban aún en el lugar. Desde el fondo del taller mecánico, pudimos observar que a lo lejos, ardía sin control una quebrada amenazando casas. El trabajo recién realizado se transformaría en una especie de eufemismo triste de lo que observaríamos luego. Terminado el trabajo en el Cerro Merced enrumbamos hacia el plan, donde recibiríamos nuevas instrucciones. En el trayecto, fuimos testigos de las impresionantes escenas de destrucción del Cerro La Cruz. Lentamente la Unidad 21 bajaba atravesando sus calles por cuadras y cuadras, en plena penumbra, entre escombros, fierros, esqueletos humeantes de lo que fueron hogares de cientos de personas horas antes de nuestro paso. Ya en el plan, nos despachan al lugar que habíamos observado de lejos desde el Cerro Merced. Se trataba del Cerro Mariposa, donde en su cima destripulamos desde la Unidad 21 en una calle que se enfilaba coronando dos quebradas a sus costados. La calle tenía casas por lado y lado confrontándose y, en sus respectivos patios, se encontraban las pronunciadas quebradas hacia fondos de arbustos y árboles de distintas especies. El fuego se veía amenazante, pero aún a varios metros quebrada abajo de las casas que resguardaríamos. En una primera instancia se ordena armar dos líneas hacia los patios de las casas, resguardando así las quebradas por donde subiría el fuego. A los dos Esmeraldinos se nos encomienda realizar una de estas armadas con líneas de 70 mm. Observamos atentos cómo avanzaba el fuego a lo lejos, mientras nos preparábamos para encontrarnos cara a cara con aquella ola de fuego que iba subiendo ladera arriba y que enfrentaríamos con las casas que protegeríamos a un par de metros de distancia de nuestras espaldas. El fuego llegó sigiloso y se fue poniendo de pie frente a nosotros alcanzando los 7 metros de altura, el calor lo iluminaba todo. El caudal de agua se mantuvo firme en la lucha desigual por mucho tiempo, mientras Esmeraldinos y Germanos nos dábamos aliento convencidos que las llamas que amenazaban las casas que resguardábamos no lograrían el objetivo de pasar sobre nosotros. Fue un largo y extenuante trabajo, donde el fuego nos enviaba ráfagas de humo que enceguecía y obscurecía con su manto gris la posibilidad de visualizar cualquier cosa. La respiración se hacía imposible en estos continuos e implacables ataques de humo, pero no nos hizo retroceder un solo paso a ninguno de los que estábamos allí. Sabíamos, teníamos plena certeza que no teníamos posibilidad de retroceder en la tarea, lo sabíamos porque en nuestras conciencias teníamos claro que si el fuego alcanzaba una sola casa, terminaría consumiendo la cuadra completa y, en el mismo gesto, alcanzaría las casas del frente consumiendo la calle por lado y lado. El pitón no se movió ni cejó en su lucha, frente a lo que gradualmente el gigante de fuego fue replegándose humillado por la voluntad de los que ahí estábamos. Muchas otras cosas ocurrían en paralelo a esto: se armaron al menos tres líneas más resguardando las casas de otros focos que podían llegar a ser amenazantes, por la armada del otro lado de la calle quienes trabajaban con ese pitón eran amenazados por pobladores que residían quebrada abajo, debiendo llegar funcionarios de fuerzas armadas y carabineros, la continuidad de las fuentes de agua se interrumpían mientras se hacían los reemplazos de los carros aljibes, el sonido de las motosierras fue constante. La calle estaba viva de trabajo constante e ininterrumpido por parte de voluntarios de distintos Cuerpos a cargo de las distintas máquinas que nos alimentaban. Muchos vecinos habían evacuado, pero muchos otros se mantenían firmes junto a sus casas, bañados de una sombría y permanente angustia. El fuego decidió alejarse de las casas que protegimos arduamente durante toda la noche y, ya aclarando el día, salían vecinos y vecinas sonrientes desde sus hogares ofreciéndonos café, agua, algo de comer, invitándonos a ver los fuegos artificiales para año nuevo desde las alturas de sus casas. Vecinos sonrientes, que empezaban a guardar en sus casas las pocas cosas que habían sacado a la calle en caso que el fuego consumiera sus hogares: un colchón, una frazada vieja. Comenzaban también ellos mismos a hablar del terror, de la angustia que sintieron esa noche, desahogaban el miedo a la certeza que en algún momento llegaron a tener de perderlo todo con las llamas que con mucho esfuerzo se derrotaron esa noche. Espontáneamente, como si lo hubiésemos acordado, todos nos vimos aplaudiendo emocionados, vecinos y voluntarios, todos testigos protagonistas de lo que fue una noche en la que la violencia del fuego no logró aplacar la fraternidad humana que se respiró la madrugada del Domingo 13 de Abril de 2014 en el Cerro Mariposa, cima de Valparaíso. Carlos Subiabre Sierralta Voluntario Activo

jueves, agosto 14, 2014

Soy de Católica

Hace poco leí un libro que se llama Soy de Católica y no me identifiqué con lo que allí decía. Elaboro mi propia Arte Poética del asunto. Soy de Católica por una razón específica. Los empates y las derrotas me alimentan el espíritu de una manera riquísima. Que no se me mal entienda, obviamente no se juega para perder, se busca la gloria siempre, pero para mí es un objetivo que nutre un rato. También me pongo contento cuando se gana, lo paso la raja, lo disfruto, que no se me mal entienda, no abogo por jugar buscando la derrota, se busca ganar pero considerando el ganar como un horizonte que da un poco lo mismo, porque el proceso, lo que pasa entremedio, es lo que importa. Fue la raja salir campeón, es bacán, pero después de eso qué. Alcanzar la gloria después sólo llena de vacío, vacío que requiere una nueva búsqueda de gloria en un partir de cero muy semejante al que no tiene nada, al derrotado. Ganar es entretenido, pero no es más que eso. El tema es la relación con la decepción. La derrota es la que conmueve, moviliza emotivamente, en la derrota uno se pone a prueba con uno mismo, es en la derrota donde nos vemos conminados a espejearnos en lo que realmente nos cuesta aceptar: que no le achuntamos en la vida. La Violeta Parra es de la Católica toda vez que dijo la vida es mentira la muerte es verdad. Borges es de la Católica toda vez que dijo que la derrota tiene una dignidad que la victoria no conoce. Como lo que nos dice el tema '12 segundos de obscuridad' de Jorge Drexler. No podría ser jamás de otro equipo que no sea Católica. Agradezco partidos como éste de hoy, ricos en decepción, certero reflejo de cuanto nos cuesta masticar. Partidos como éste son una experiencia arquetípica de la lucha (perdida de antemano) en la búsqueda de la perfección. Lucha que cuando la vivo con intensidad y la pierdo, tomo con mi índice y pulgar el escudo de mi camiseta y salgo besándolo del estadio agradecido.

domingo, agosto 19, 2012

EL OTRO

Fui a ver El Otro, obra basada en el trabajo de Diamela Eltit y Paz Errázuriz. Me gustó la Factoría Italia, mucho. Eso de galpón fábrica, bien vestido con lo justo. Amable el lugar. Reservé por teléfono temprano en la mañana. Llegamos con Mariela más de media hora antes. Habían sillones antiguos, copas y vino que uno podía disfrutar esperando la función. A nuestro lado un caballero de edad entabla diálogo con una pareja, él cubano y estudiante de teatro, ella argentina. Le dice que viene a ver al mejor actor que existe en Chile, José Soza, que es su hermano. Pura ternura en su orgullo. Fue lindo ser espectador de esa escena teatral que nos regalaba la vida real. Yo por primera vez vería actuar a la Paola Lattus, compañera de colegio de quinto y sexto básico en Antofagasta. No me quiero perder una obra más en la vida de la Pao. Sublime, muy emocionante. Es tremenda, total. Hoy era su cumpleaños más encima. Cuando supe que la obra trataba de retazos de totalidad de pacientes psiquiátricos, me acordé cuando tuve que pasar por la antigua Casa de Orates en Avenida La Paz como estudiante de psicología. Nunca me olvidaré de un escrito en una de las paredes de ese hospital, la declaración de amor más maravillosa que he leído: "Susana y Bruce Lee se aman".
Siempre que voy al teatro, por detrás como una sombra, tengo una búsqueda clara. Quiero quedarme con una frase, con unas palabras que no se me olviden más. Robarme del guión en un mordisco un gesto, un guiño que me quiebre. Mientras transcurría la obra me inquietaba, porque no aparecía claridad en esa búsqueda, no aparecía esa forma narrada de algo que me tocara. Apareció, pero de una forma distinta. Claro, aquellos desarraigados de la lógica imperante, los pertenecientes de forma crónica al psiquiátrico tienen la herida justamente en la palabra. Son la vivencia encarnada en el cuerpo nada más y son totalidad desde allí. El cuerpo es la búsqueda, el cuerpo es la idea perseverativa y recursiva, el cuerpo es el trauma, el cuerpo es el sueño de niña en el fin de la vida, el cuerpo es el que se aisla asustado y como jugando. El cuerpo era arrojado a la cara del espectador junto con las emociones que contenía. Cada personaje, sin palabras, detalló con su cuerpo su historia para que el espectador la completara con la propia. En cada personaje logré reflejar fotos de mi vida. No mordí ningún trozo de guión. Me mordí a mí mismo un trozo de memoria.

lunes, enero 30, 2012

NP

Partí al revés y acabo de terminar el Tomo II de las Obras Completas de Parra. Ahora a conseguir el Tomo I para volver a leer echando sangre por boca y narices.

miércoles, enero 25, 2012

Diarios

Ya me ha pasado. Me pasó con Armando Uribe, varios otros y ahora con Bertoni que vuelvo a releerlo en sus diarios después de mucho tiempo y también. Proyecto que me compro un cuaderno sencillo un lápiz no tanto y ahora sí que espero hacerlo y escribir cuadernos de cosas. Veremos.

sábado, septiembre 11, 2010

La Llave - Junichiro Tanizaki


Todavía tengo algunos textos pendientes de lectura del último viaje a Buenos Aires en el que aprovisioné mi despensa de libros. Uno de estos (que resultó devorable) fue esta novela de corto aliento y largo alcance llamada "La Llave". Si mal no recuerdo me puse a conversar sobre algunos autores con el dependiente de la librería que está en el zócalo de Galerías Pacífico, aquella con su cielo impresionante desde los murales de Antonio Berni. El tema es que había oído sobre Tanizaki y cuando se lo nombro me alcanza de inmediato esta novela, junto con esa recomendación sincera de la que uno se fía por completo. Esto porque los vendedores de las librerías en esa ciudad leen y por lo general no me he llevado sorpresas con sus preferencias estéticas.

Caro era el ejemplar para estar en ese país que respeta los libros, dudé si irme o no en compañía de él pero qué tanto, luego vendrá el aguinaldo del año siguiente que equilibrará las arcas administradas por el banco que me roba con la ley como su soporte. Todos los aguinaldos posibles de ese año ya estaban más que gastados... invertidos.

Durmió por un buen tiempo en la despensa sin puertas de uno de los libreros y en esos impulsos lo tomé y ya está, fue leído:

a. me gustan los nombres de los personajes.
b. el texto transcurre a través de la lectura de dos diarios, el del profesor y su esposa Ikuko en los que cada uno plasma sus propias conjeturas acerca de lo que les es imposible decirse cara a cara.
c. a través de la cronología expuesta en la sucesión de la conciencia que le oculta el uno al otro, se deja entrever ese segundo relato que sostenemos cada uno de nosotros internamente sobre quien tenemos en frente, ese murmullo inaudible que provocamos y al que en las crisis de cualquier tipo terminamos por recurrir para tomar decisiones.
d. las apariencias, me intrigan en demasía las apariencias, la manera de enfocar las apariencias tanto del cine como la literatura japonesa. Acá el relato, los diálogos que establecen cara a cara los personajes son en su mayoría desde la lectura entre las sombras, entrelíneas aparece lo que expreso, morfología del deseo obviamente.
e. Kimura es supuesto pretendiente de la hija del profesor e Ikuko, llamada Toshiko. No obstante Kimura es el personaje entrelíneas que sostiene la relación marital. Toshiko mediante. Profesor mediante. Sin duda Ikuko mediante.
f. hay embriaguez, hay enfermedad, hay lo que en occidente serían trastornos de personalidad, hay honor oxigenado en doble discurso, hay tristeza, hay hartos celos, hay sutileza y violencia al mismo tiempo.
G. Tiempo que no quedaba conforme como ahora con un final, y éste me regaló la idea de una novela de factura, sin pretenciones logra todo lo que se permite querer.

Ahora que hablé de Buenos Aires ya saqué de la despensa "El Pasado" de Alan Pauls, otro que dormía y al que luego comenzaré a despertar cuando lo abra.


miércoles, julio 28, 2010

Motocicleta

Llevo alrededor de 6 meses movilizándome en una Honda Twister CBX 250 y la experiencia ha sido buenísima. Es igual a la de la foto pero en color negro.



Siempre pensé que en algún momento tendría moto. La Honda Twister la elegí precisamente como mi primera moto, y por tal muy importante ya que sería en ella donde quemaría mis primeros kilómetros. Fue elegida la primera y por lo tanto será siempre especialmente recordada.

Recuerdos: Tengo el recuerdo de una foto en la que aparece mi mamá manejando una BMW blanca muy linda que era de mi tío Richie. Al parecer yo aún no nacía en el momento que le tomaron esa fotografía. Otro recuerdo algo traumático fue mi primera experiencia de dolor con una quemadura por calor: Hamilton, un amigo de mi papá, tenía una motocross (puede que haya sido una Suzuki) y recuerdo que por calle Gabriel D'Anunzzio donde vivíamos recorre un trecho sobre la rueda trasera (eso se llama wheele?). Cuando llega a nuestro lado siento como un relámpago hirviendo en mi pierna y me doy cuenta que había tocado con ella no recuerdo si el escape o un cilindro. La marca que me quedó era pequeña, pero me sorprendía lo constante del dolor y que se incrementara de sólo mirarla.

Siempre mi papá contaba que cuando muy joven mis abuelos le compraron una Vespa, con la que anduvo comiendo kilómetros por las carreteras. Viajes a Tongoy, Coquimbo y otros que no recuerdo. Todos los años en los que contaba eso él no tenía moto, por precisa recomendación de mi madre. No obstante cuando vivíamos en Antofagasta mi papá empezó con la idea de que quería tener una motito. Recuerdo que comentaba que sólo quería algo sencillo, "como una Yamaha 100". Meses después nos enteramos que meses antes había comprado en un remate de Carabineros una BMW R60/7, muy linda ahora, horrible en ese tiempo. Mi papá la dejó en ese tiempo 'hibernando' en la empresa. Mi mamá las veces que había pasado por la oficina y veía esa moto estacionada decía "de quién es esa cosa tan horrible, deberías hablar con el funcionario dueño de ella y decirle que se la lleve"... hasta que el funcionario tal se la llevó y la moto llegó a la casa.

Meses antes de casarme anaba con la idea de comprarme una moto, a la que mi novia de ese entonces (actual Señora) no evidenciaba un rechazo evidente, aunque sí una preocupación explícita por los riesgos y todo lo demás. Al ver que de mi contraparte habían opciones de aceptarme con moto, en una cotización de mi Twister se dieron las cosas y empecé a firmar cheques. En eso estoy, suena mi celular y le digo a mi novia que estoy haciendo unos cheques en tal concecionario, llegando ella en pocos minutos al local mientras estampaba mi última firma. Qué hizo?- me pregunta. A pocos días del matrimonio le respondo, 'Te vas a casar con un hombre que tenía moto desde antes que te casaras'.

Se lo tomó bien, por suerte.